El medio rural ha sido el gran olvidado del desarrollo socioeconómico de las últimas décadas. La despoblación es el exponente del fracaso de un modelo de crecimiento desigual y desequilibrado que además está en el origen de la emergencia climática en que se encuentra el planeta.

Pero esa es sólo una cara de la moneda. La otra cara es que el medio rural es el principal activo con que cuenta la sociedad para hacer frente al cambio climático. Es el territorio de la biodiversidad, de la masa verde consumidora del CO2 producido en los núcleos urbanos, de la agricultura sostenible, y también de la cultura de la resiliencia y adaptación dinámica a las condiciones climatológicas adversas.

Si antes de la llegada del coronavirus era ya evidente la necesidad de un cambio de paradigma que sustituyera el crecimiento indefinido por el crecimiento sostenible, la pandemia que estamos padeciendo ha puesto de manifiesto otras carencias esenciales, no sólo en los servicios en sí, sino, más grave aún, en las infraestructuras necesarias para ofrecer los servicios necesarios durante la pandemia y para la reconstrucción económica posterior.

Servicios públicos digitales, como las plataformas de educación a distancia que han puesto en marcha las entidades educativas de educación secundaria o universitaria, o las soluciones de video-asistencia sociosanitaria a mayores que viven solos, necesitan de infraestructuras públicas digitales.

Por todo ello, el medio rural necesita de un nuevo modelo de desarrollo que, además de subsanar las carencias en servicios e infraestructuras esenciales y en actividad económica generadora de empleo local, coloque al medio rural en la primera línea de la lucha contra el cambio climático.

Sostenibilidad ambiental y digitalización resumen los nuevos paradigmas de desarrollo. A nivel europeo se están traduciendo en las iniciativas relativas a la transición ecológica y lucha contra el cambio climático y la iniciativa Smart Villages, que se considera que será el modelo preferente de desarrollo rural a nivel europeo.

Es en el contexto de estas iniciativas europeas donde deben anclarse las nuevas políticas de desarrollo rural, dando respuesta a cuatro retos fundamentales:

– Nuevos modelos concretos de actuación basados en los necesidades, recursos y oportunidades de cada territorio.

– Nuevo modelo de apoyo al emprendimiento, basado en un análisis profundo de su proceso.

– Nuevo modelo de financiación, que simplifique y armonice las diferentes fuentes de respaldo económico (municipal, autonómica, estatal y europea) y su enorme diversidad en tiempos y áreas de actuación.

– Uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación al servicio de los territorios y sus habitantes, y no como simples demostrativos del poderío tecnológico de las grandes empresas sin conexión con las necesidades reales.